Remake de la película danesa «Queen of Hearts», este drama erótico se centra en la relación entre una mujer de 50 años y el hijo adolescente del primer matrimonio de su marido.

nueva versión de la película danesa REINA DE CORAZONESque, salvo algunos detalles, sigue fielmente la nueva película del siempre provocador director de BARBA AZUL y NIÑA GORDAen su vuelta al cine tras una década de ausencia, se centra en un tema tabú que se trata de forma bastante directa sin romper ningún molde dentro de lo que cabría esperar de una película de la directora francesa conocida por su franqueza, especialmente sexual.
Mezcla de drama familiar y thriller erótico, EL ÚLTIMO VERANO centrada en Ana (Lea Drucker, de CUSTODIA COMPARTIDA y el mas reciente CERCA), una abogada que se dedica a defender a menores en materia de abusos sexuales -sí, irónicamente, obviamente- que está casada con un empresario algo mayor llamado Pierre (Olivier Rabourdin). Entre los dos han adoptado a dos chicas asiáticas que viven con ellos en una casa lujosa y (no tan) discretamente pretenciosa como ellos, pintada por Breillat con un tono no muy sutil pero bastante chabrolianos Apuntes críticos sobre la burguesía.

Pero ese verano “la familia se hace más grande” con la aparición en la casa semisuburbana donde viven de Theo (Samuel Kircher), el hijo adolescente del primer matrimonio de Pierre, con quien su padre no tiene o más bien una mala relación. El niño va a pasar un rato con ellos cuando tenga problemas de conducta en el colegio y su madre sienta que no puede controlarlo. Algo así como un «ahora cuídate!». Y Theo no es nada fácil de controlar.
Todo comienza tenso e incómodo entre los tres, pero por la actitud rebelde, desafiante y jovial del chico -al estilo, digamos, de Timothée Chalamet- del chico, pronto nos damos cuenta de que Anne lo mira de otra manera. Su comportamiento lo molesta pero secretamente lo fascina, le traen recuerdos de su juventud más rebelde y relajada. Se da cuenta de que está buscando una pelea y un conflicto: el niño roba cosas en la casa y hace creer a los demás que los ladrones han entrado, y sabe cómo detenerlo y manejarlo. Y así, entre las tensiones del chico con su padre y el aburrimiento de Anne con su marido y sus amigos, entre ellos… pasan cosas.
La edad de Theo nunca está clara -lo vemos ir a un bar y beber cerveza, por lo que suponemos que tiene al menos 16 años, aunque por momentos parece más joven-, pero estamos ante un asunto que va entre lo que se puede pactar en términos legales pero que sigue siendo muy controvertido, por no decir tabú, en casi cualquier otro. En otras palabras: si alguien se entera, el mundo se acaba para Anne. O, más probablemente, que el chico no sepa controlar sus emociones del mismo modo que ella no puede controlar sus deseos.

Todo irá creciendo y complicándose a lo largo de ese verano tenso y sensual. Breillat juega con ese tabú que incluye la edad -la mujer triplica en años al niño- pero también la relación que los une. Ella menciona cómo el deseo de Anne es imparable a través de la forma en que su relación sexual se centra en gran medida en su rostro exultante. Y aun sabiendo que está jugando con fuego –aparte de que lo familiar en ella es su especialización laboral más que contradictoria respecto a la relación que mantiene con Theo–, Anne no quiere perder ese sentimiento.
¿Es abuso? ¿No es abuso? A la larga no importa porque para ella estar sexualmente con él en un momento dado es todo y al mismo tiempo puede dejarla sin nada: sin trabajo, sin marido, sin hijas. Para él, le asegura Anne, ella será una anécdota para recordar cuando sea grande. Cuando las cosas se pongan difíciles quedará claro que es una historia en la que los roles de víctima y victimario no son muy políticamente correctos. Y eso es, quizás, lo más desafiante que ofrece una película como la de Breillat en este momento.