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Críticas de Películas

Cannes 2023/Estrenos: crítica de «Elemental», de Peter Sohn

Forzado y laborioso por donde se lo mire, aunque tierno y cálido también pero en el fondo, ELEMENTAL Es una película que Pixar parece haber hecho por dos, quizás tres razones. El primero, probar técnicas de animación creando personajes que son, literalmente, representaciones antropomórficas físicas de los elementos Fuego, Agua, Tierra y Aire. En segundo lugar, seguir creando esos mundos alejados de cualquier tipo de realismo -como eran DE ADENTRO HACIA AFUERA o ALMA— que funcionan en universos con su propia lógica, versiones altamente simbólicas del mundo real. Y la tercera poder hablar de temas políticos –racismo, xenofobia– sin meter la cabeza demasiado directamente en esos temas.

Dirigida por Peter Sohn, ELEMENTAL tiene lugar en un planeta (o un universo, no está claro) cuyos habitantes representan los cuatro elementos en cuestión. Suelen, por lo general, vivir divididos en terrenos separados y cuando viven en una misma ciudad, como es el caso de Element City donde se desarrolla la historia, lo hacen en diferentes barrios, casi guetos en el que rara vez se mezclan con los demás elementos.

Los protagonistas son los del elemento Fuego (flamígero, fogoso, no tuvo subtítulos en español en el show de Cannes), los últimos en llegar a Element City y los que más problemas tienen para integrarse ya que, se sabe, lo suyo es un elemento. que puede ser peligroso y destructivo si no se controla. El resto de elementos se encuentran marginados y segregados, por lo que se sienten algo confinados pero felices en un barrio formado casi en su totalidad por gente tan “fogón” como ellos. No hay una identidad étnica específica con la que compararlos y la película los presenta como un combo de características de inmigración de orígenes muy diferentes.

Al llegar hablan un lenguaje gutural y responden a nombres un tanto extraños, como Útrí dár ì Bùrdì y Fâsh ì Síddèr. Ellos, como muchos inmigrantes, pronto serán conocidos por nombres «americanizados», como Bernie y Cinder Lumen. Tendrán una niña a la que llamarán Ember, se mudarán a una casa abandonada y la transformarán en un hogar y un próspero negocio (cuando llegan, cuando quieren alquilar una casa, todos les cierran las puertas en la cara), la Pasarán los años y todo estará listo para que la ya adulta Ember se haga con el control del lugar.

El problema es que la chica es, bueno, fogosa. Esto es: se pone muy nerviosa y tensa cuando está a cargo del negocio y más de una vez termina quemándolo todo. Un día su reacción ante una turba de regateadores es desmesurada, casi prende fuego al negocio familiar y acaba rompiendo cañerías que inundan el subsuelo. Esto será descubierto por Wade Ripple, una persona de Water (¿un Aquatic tal vez?) que trabaja como un inspector tímido y culpable, controla el estado del negocio y emite una multa que podría hacer que la familia Fire cierre.

Esto llevará a Ember a intentar convencer a Wade de que le dé una segunda oportunidad, evitando la suspensión del negocio. Y a través de esos recorridos, negociaciones y recorridos literales por la ciudad tratando de descubrir fugas de agua y taparlas, Fuego y Agua se conocerán y ya saben lo que sucede con esas cosas. Sólo que aquí, por razones obvias, se trata de una combinación combustible o inundable o directamente peligrosa. Para ellos mismos y para los demás. La metáfora, se sabe, está servida.

En cuanto a sus ideas sobre un mundo más armonioso y la integración entre razas (perdón, elementos), la película es algo simple, hasta banal, pensada para niños muy pequeños y con juegos de palabras con los nombres de cosas que ya son básicas en el inglés original y quizás más aún cuando están dobladas al español. Curiosamente, tanto los personajes vinculados al Aire (en forma de nubes regordetas, quizás representando blancos de cierta posición económica) como los de la Tierra (que son como Árboles de todo tipo, que quizás en esta metáfora sobre los Estados Unidos son algo así como como el resto de la población blanca «trabajadora» o de inmigraciones anteriores), tienen muy poco desarrollo en ELEMENTAL. Son literalmente elementos secundarios.

Lo que funciona mejor que la gran alegoría es el romance entre Ember y Wade, quienes pasan de rechazarse a llevarse bien y cuando «las fichas se queman» (mis chistes son tan malos como los de la película) no tienen más remedio que “Tira un balde de agua fría” (lo siento) a la relación. Debe lidiar entre su atracción por Wade, sus deberes familiares -un tema clásico de animación de Disney- y el miedo a la reacción de sus padres cuando descubren que ama a un siendo de Agua.Él, por su parte, tiene una familia progresista (¿son los Acuáticos?) que acepta a la chica como posible novia y tienen la costumbre de llorar en exceso ante cualquier tontería, quizás el único chiste repetido en la película que funciona muy bien. Bueno.

En esa área la película funciona bien y se vuelve tiernamente emocional hacia el final. Pero para eso hay que vivir una larga serie de aventuras que bien podrían ser las de un fontanero (al final lo que hacen es tapar cañerías rotas por la ciudad) y soportar una serie de chistes malos que transforman situaciones del mundo real en otros muy parecidos en este universo paralelo «americanizado» que tiene incluso su especie de Super Bowl, su Black Friday (aquí es Rojo) y demás.

Y el otro «elemento» que funciona bien es, como era de esperar, el trabajo de animación. ELEMENTAL crea un mundo fascinante y en ocasiones te hace querer perderte en él fondo que en seguir ciertos detalles de la trillada historia. Esta creación de universos alternativos le permite a Pixar explorar técnicas, hacer que los personajes y los fondos coexistan mejor entre sí, y concentrarse en eso seguramente mejora la experiencia. Pero no es algo que vayan a hacer todos, y menos los más jóvenes. Les quedarán más claras las ideas centrales de la historia y seguramente saldrán de verla con ganas de ser más amables con los demás o, en su defecto, de estudiar Química en la universidad.



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