¿Conoces a ese amigo que habla tanto de sí mismo, que prefieres evitar con él? ¿Ese colega que está tan preocupado por sus problemas que no quiere tener nada que ver con los tuyos? ¿Esa persona que no quiere ser psicóloga de nadie, y al mismo tiempo tú tienes que ser de él? Esta es la mejor descripción de Bardo: Falsa crónica de algunas verdades (a partir de ahora solo Bardo), una película que tiene muchos elementos en común con la reciente Blonde: Proyectos de Netflix, hechos para el disfrute de sus directores y que los espectadores olvidan por completo.
Siento mucho no haber disfrutado Bardo: Creo que Ajelandro González Iñarritu Es uno de los mejores directores de nuestro tiempo, alguien capaz de sorprendernos con Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) y maravillarse el renacido y clara su vocación anticomercial. Aunque el cineasta vuelve a su etapa más crítica (Babel, ama a los perros), su propia autobiografía acaba siendo un brutal ejercicio de onanismo del que muchos huirán despavoridos en los primeros minutos de metraje.
La delgada línea entre la realidad y la ficción
Hay maravillosos elementos narrativos en este Bardo: un juego para dos, tres y hasta cuatro tiempos en el que nos balanceamos por un mundo que se mueve entre la realidad y los sueños, entre la no ficción y la mentira. Sin embargo, Falsa crónica de algunas verdades ya apunta en esta dirección. El problema viene cuando Ignacio Juega tanto con su propia historia que es imposible llegar a una conclusión. A veces, no sé si estoy ante una autobiografía cuyo hilo conductor es el crítica social al imperialismo estadounidense (es decir, una expresión más de la realismo social), o una simple broma de mal gusto que ni el propio cineasta mexicano entiende.
Al final de sus dos horas y media (afortunadamente Iñarritu redujo el metraje original en 22 minutos, después de un primer corte aún más grande), Prefiero quedarme con las secuencias más potentes.: la charla con Hernán Cortés sobre una torre humana, la desaparición de toda una ciudad, la representación del niños héroessus constantes y duras críticas al periodismo… Por supuesto, sin olvidar el agotador proceso que acabo de atravesar: 162 minutos de ambición desmedida, de escuchar a un ‘egomaníaco’ por boca de Silverio y un guión engañoso, por momentos muy confuso y caótico.
El mejor Iñárritu está en la dirección
Darío Khondji hace magia con la fotografía y la planificación de Bardo: hacer que incluso las escenas más intrascendentes y aburridas se conviertan una especie de barco que navega por aguas tranquilas, con una cámara balanceándose y acompañando a los personajes a través de una aventura vital. creo que lo mejor Iñarritu es el que está en la silla de dirección y trabaja en conjunto con Amable. ¿Cómo no emocionarme al recordar aquella secuencia en la fiesta de Silverio? ¿Esa escena en la que el baile toma un protagonismo inesperado? ¿Por qué no alabar ese momento cuando Iñarritu ¿Muestra que detrás de su egocentrismo hay un cineasta preocupado por asombrar?

¿Es Bard una mala película? ¿O soy un mal espectador?
Bardo: Falsa crónica de algunas verdades serán nominados en varias categorías en el Óscar 2023, No tengo duda. Esta película está hecha para triunfar a nivel técnico, aunque en la narrativa provoca el mismo rechazo que sufrió Rubio hace semanas. Y es imposible cuando terminas de ver la cinta no preguntarte si Bardo es una mala película, o soy un mal espectador.